Otis Boone insistió en que era inocente desde que lo acusaron de dos robos en 2011, cuando tenía 19 años. Sin embargo, las dos víctimas a las que un hombre armado con un cuchillo les arrebató su celular señalaron a Boone en el proceso de identificación de la policía. Aunque no hubo pruebas materiales, lo procesaron y sentenciaron a 25 años en prisión.
Boone, proveniente de Brooklyn, llevó su apelación a la máxima corte del estado, donde una mayoría de jueces dictaminó que debieron decirle al jurado que los testigos suelen tener problemas para identificar a los sospechosos de razas distintas a la suya y que la confusión en las identificaciones es un factor importante en las condenas injustas. Boone es negro; las víctimas eran blancas.
La Corte de Apelaciones le otorgó a Boone un nuevo juicio y de ahí en adelante hizo obligatorio que los jueces expliquen a los miembros del jurado lo que psicólogos expertos llaman el “efecto de raza cruzada” cuando haya casos con un testigo que identifica a un sospechoso de raza distinta.
En su segundo juicio, los defensores públicos presentaron pruebas de que, cinco minutos antes de que ocurrieran los hechos, Boone estaba a un kilómetro y medio de uno de los robos. Lo declararon inocente el 1 de marzo, después de haber pasado siete de los últimos ocho años tras las rejas.
Boone, de 27 años, lloró al escuchar el veredicto. Algunos de los miembros del jurado lo abrazaron a él y a su prometida. Uno de ellos dijo que el panel había llegado a la decisión en menos de cinco minutos.
“Cumplir con la sentencia de alguien más es un suplicio”, dijo en una entrevista. “En muchas ocasiones quise darme por vencido”.
El calvario de Boone ilustra un cambio en la manera en que el sistema de justicia penal estadounidense maneja las identificaciones por parte de testigos. Alguna vez se consideraron una prueba sólida de culpabilidad, y siguen siendo una herramienta persuasiva para los fiscales.
No obstante, en años recientes los psicólogos y criminólogos que estudian la memoria han documentado que las identificaciones por parte de testigos a menudo son dudosas después de un crimen debido a factores como el estrés, la breve duración del incidente y la presencia de un arma. Las identificaciones también pueden estar influidas por los prejuicios del testigo, así como por las pistas sutiles de la policía y los fiscales.
“Debido a que la memoria tiene tantos huecos y defectos, cuando le presentan un sospechoso al testigo, su recuerdo del caso añade a ese sospechoso”, dijo Nancy Franklin, profesora de Psicología en la Universidad Stony Brook que testificó a favor de la defensa en el juicio. “Creo que el caso de Boone representa un ejemplo poderoso del tipo de problemas que mi campo de estudio ha revelado y que llevan a sentencias falsas”.
Alrededor del 70 por ciento de las 364 sentencias revocadas mediante pruebas de ADN en Estados Unidos desde 1992 estuvieron relacionadas con testigos que identificaron al delincuente equivocado, y la mitad de esas identificaciones erróneas involucraron a un testigo y un sospechoso de razas distintas, según The Innocence Project, una organización sin fines de lucro cuya misión es buscar exoneraciones.
La decisión en el caso de Boone convirtió a Nueva York en uno de los pocos estados que cuentan con la regla del efecto de raza cruzada (Nueva Jersey y Massachusetts tienen reglas similares). En Nueva York, algunos abogados defensores la llaman “la regla Boone”.
Antes, la advertencia solo se requería si era solicitada por la defensa después de que un experto testificara en el juicio sobre las declaraciones testimoniales. Ahora, los jueces están obligados a dar la instrucción antes de la solicitud, a menos que ninguna de las partes niegue la identidad del sospechoso.
Eric González, el fiscal de distrito de Brooklyn, apoya la nueva regla pero los fiscales han dicho que siguen convencidos de que Boone es culpable.
“Creemos que las pruebas respaldaron su culpabilidad y que debieron permitir que el jurado del segundo juicio escuchara las evidencias relacionadas con el alto nivel de seguridad que los testigos demostraron cuando hicieron la identificación días después de los incidentes”, comentó Oren Yaniv, el portavoz.
Algunos fiscales dicen que la nueva regla es injusta porque sugiere que un testigo tiene un prejuicio racial sin ningún contexto de expertos ni testimonios sobre la vida del testigo. Un juez de la Corte de Apelaciones en el panel de siete miembros dijo que sus colegas fueron demasiado lejos al volverla obligatoria.
John Wixted, quien es profesor de Psicología en la Universidad de California y testificó en el juicio de Boone a favor de la fiscalía, dijo que la Corte de Apelaciones erró al enfocar la regla en la raza y no en la certeza del testigo al momento de realizar la identificación inicial. Los testigos que muestran mucha confianza en su elección de un sospechoso casi siempre eligen al culpable, sin importar la raza, señaló. “La certeza te dice lo que quieres saber, no la raza”, explicó en una entrevista.
Boone planea demandar a la ciudad por falso arresto y procesamiento malintencionado. Bess Stiffelman, el abogado que lo representó en el juicio, dijo que las autoridades mostraron “una desatención impactante ante el riesgo de una identificación falsa y a la probabilidad de que quizá habían arrestado a un sospechoso inocente”.
Un portavoz del Departamento de Derecho declinó hacer comentarios. Maureen Sheehan, la investigadora principal, testificó en el juicio de Boone que no había revisado las notas del caso antes de montar la presentación de sospechosos y que no sabía que los detectives habían recuperado uno de los celulares de las víctimas y que se lo habían regresado.
Las víctimas en el caso de Boone eran un adolescente y un hombre de veintitantos años que fueron asaltados con diez días de diferencia en febrero de 2011 en Midwood, un enclave de judíos ortodoxos. Cada vez, el atacante les preguntó la hora, por lo que las víctimas sacaron sus celulares, y así se los robó.
Las víctimas dijeron que solo tuvieron un momento breve para ver el rostro del atacante, que estaba cubierto parcialmente en el segundo incidente, y que tenía un arma, factores que, según los psicólogos, afectan las identificaciones por parte de testigos.
Pasaron dos semanas entre el primer asalto y la presentación de sospechosos de la policía, lo cual, según la defensa de Boone, fue injusto. Él estaba en un extremo y era diez centímetros más alto que el hombre de al lado.
Tres de los cinco hombres utilizados para llenar la presentación usaban el cabello visiblemente largo, aunque los testigos dijeron que el asaltante tenía pelo corto. La víctima más joven solo eligió a Boone después de que lo escuchó decir: “¿Qué hora es?”.
Desde entonces, el Departamento de Policía de Nueva York ha adoptado una serie de lineamientos que buscan que las presentaciones de sospechosos y series de fotografías sean más justas. No se permite que el agente que aplica la prueba, por ejemplo, sepa quién es el sospechoso, una práctica que ayuda a evitar que el policía influya en los testigos sobre quién es el sospechoso.
Para el segundo juicio, la defensa de Boone encontró pruebas que respaldaban su coartada: los registros del gobierno que muestran dos transacciones en su tarjeta de beneficios sociales, las cuales se realizaron a un kilómetro y medio del segundo robo y casi cinco minutos antes de que ocurriera.
El fiscal intentó argumentar que Boone había tomado un viaje de cuatro minutos en autobús para cometer el robo, pero los miembros del jurado no creyeron su teoría.
“Simplemente resulta muy poco probable”, dijo Meredith Coffey, una de los miembros del jurado. Señaló que Boone acababa de mudarse a Brooklyn un par de semanas antes de que ocurriera el primer asalto.
Coffey, de 32 años, proveniente de Park Slope, dijo que había estado dispuesta a apoyar una sentencia con base en las declaraciones testimoniales, pero que no le pareció que fuera convincente en este caso. Además comentó que la advertencia del juez sobre el efecto de raza cruzada confirmó sus dudas sobre su confiabilidad.
Boone fue liberado de prisión en enero de 2018, pero la experiencia lo ha llevado a desconfiar de quien sea. La larga espera para un nuevo juicio le costó un empleo porque faltó muchas veces al trabajo para presentarse en la corte, dijo. Hubo una época en la que quiso ser policía como uno de sus tíos, pero ahora dice que ha perdido la fe en el sistema de justicia penal.
“Quiero que las cosas cambien”, agregó. “Quiero justicia”.
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